ENMANUEL KANT: EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN.
En la Crítica de la razón pura Kant trata de establecer el alcance y los límites del conocimiento, pero partiendo del hecho de que hay conocimiento en general, es decir, que el conocimiento es un hecho. Por ello, para saber cómo es posible el conocimiento en general, reformulará esta cuestión en la siguiente: ¿cómo es posible la ciencia? -dado que la ciencia es el modelo privilegiado del conocimiento humano-. Esta pregunta se puede generalizar tanto a las Matemáticas y a la Física -que son ciencias de hecho con sus leyes y sus demostraciones, como a la Metafísica, si acaso fuese una verdadera ciencia.
Kant observa que todo nuestro conocimiento consiste en juicios, y ello es válido tanto para nuestro conocimiento científico, como para el mero conocimiento cotidiano de que llueve, o de que me he olvidado la cartera en casa. Un juicio es un enunciado, en el que se afirma o se niega algo acerca de alguien o de algo, que tiene una estructura sujeto-predicativa (del tipo: «Juan tiene cinco hermanos», «A es mayor que B», «S es P», etc.) y que está dotado de un valor de verdad, es decir, puede ser verdadero o falso. A diferencia de los ruegos, de los mandatos o de las preguntas y de otros juegos de lenguaje, los juicios son susceptibles de ser verdaderos o falsos, y esto es lo que los relaciona de modo privilegiado con el conocimiento. La mayor parte de nuestros juicios no encierran en su interior ningún misterio, y no suponen, por lo general, más que un enlace entre dos conceptos cualesquiera. Puedo enlazar así arbitrariamente cualquier tipo de concepto, con cualquier otro, y obtener juicios, algunos de los cuales serán verdaderos y otros falsos, Puedo enlazar, por ejemplo, elefantes y canarios, suegras y jaulas, toreros y cepillos de dientes, y obtener juicios, algunos de ellos disparatados, pero en cualquier caso susceptibles de un valor de verdad, Sin embargo, los juicios de las ciencias, a diferencia de los juicios de la experiencia cotidiana, tienen algo de misterioso, y este misterio lo formula Kant afirmando que lo específico de los juicios de la ciencia es que son sintéticos y, sin embargo, a priori.
De este modo, la pregunta inicial de la Crítica de la razón pura:
1.- ¿Cómo es posible el conocimiento en general?, se reformuló en una más específica: 2,- ¿Cómo es posible la ciencia en general? Y esta segunda pregunta se reformula ahora del siguiente modo: 3,- ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? A explicar el significado aparentemente enigmático de estas palabras nos dedicaremos de inmediato.
Juicios analíticos y juicios sintéticos.- Kant considera que los juicios pueden ser de dos tipos: analíticos y sintéticos. Los juicios analíticos son aquellos cuyo predicado está en cierto modo contenido en el sujeto, como por ejemplo: «el meñique es un dedo» o «todos los solteros son no-casados». Por lo general, los juicios analíticos no hacen sino analizar y esclarecer el significado del sujeto mediante el predicado, pero no nos proporcionan un conocimiento nuevo acerca del mundo, que no estuviese ya previamente contenido en el sujeto analizado. Es decir, no amplían en absoluto nuestro conocimiento, aunque sin embargo lo explican o lo aclaran. Por su parte, en los juicios sintéticos, el predicado no se encuentra previamente incluido en el sujeto, sino que se le atribuye como algo exterior a él. Según esto, los juicios sintéticos establecen una síntesis o reunión de dos elementos que no se encuentran previamente relacionados. Como por ejemplo, cuando digo: «Este sombrero es rojo», «siete y ocho son quince» o «la velocidad de caída de los graves en la Tierra es de nueve con ocho metros por segundo cada segundo». Como se puede ver, cada uno de estos juicios afirma algo acerca del sujeto, que no se encuentra previamente contenido en su interior. Es decir, por más que yo analice el concepto de sombrero, no encuentro nada en él que haya de ser o dejar de ser rojo, y lo mismo en los otros casos: por más que analice el concepto siete, nunca encontraré que añadiéndole ocho obtenga el número quince. A diferencia de los juicios analíticos, los juicios sintéticos amplían verdaderamente mi conocimiento del mundo, al informarme de algo que no está previamente dado en el concepto del sujeto.
Juicios a priori y juicios a posteriori.- Pero, además de en analíticos y sintéticos, Kant clasifica los juicios desde el punto de vista de su posible verificación en a priori y a posteriori. Juicios a priori son aquellos cuyo valor de verdad se conoce antes de consultar con la experiencia. Por ejemplo, no me hace falta hacer una investigación completa de todos los solteros que hay en el país, para saber a priori que ninguno de ellos está casado. Del mismo modo, tampoco me hace falta arrojar a mi profesor por la ventana, para saber a priori que caerá con una aceleración de nueve con ocho metros por segundo cada segundo. Por el contrario, juicios a posteriori son aquellos cuyo valor de verdad no se conoce sino consultando con la experiencia. Así, si yo afirmo que «mi compañero podrá prestarme dinero para un bocadillo», no sé si será cierto o falso hasta que no se lo haya pedido.
Pues bien, aparentemente en principio, todos los juicios analíticos son a priori, pues no necesito consultar con la experiencia para verificarlos, y por ello tal vez podríamos pensar que todos los juicios sintéticos son a posteriori, en cuanto amplían nuestro conocimiento con algo que no se encuentra previamente dado en el mero concepto que ya tenemos. Pero Kant muestra que los juicios de las ciencias, a pesar de ser sintéticos, son sin embargo a priori. Es decir, a pesar de ampliar nuestro conocimiento del mundo, conocemos su verdad o su falsedad antes de consultar con la experiencia. Esto es algo realmente sorprendente y enigmático. Veamos por qué.
Juicios sintéticos a priori.- Que la verdad o falsedad de los juicios analíticos la conozcamos antes de consultar con la experiencia no tiene en sí nada de sorprendente. En efecto, si el juicio analítico no nos dice en realidad nada acerca del mundo, sino sólo acerca del concepto que ya tenemos previamente dado, no necesitamos en absoluto consultar con la experiencia para saber si es verdadero o falso. Así, si alguien afirma haber encontrado un soltero que estaba casado, simplemente le diremos que eso es imposible y que se contradice, del mismo modo que si alguien pretendiese haber dibujado un triángulo de cuatro lados. Y por tanto, que los juicios analíticos sean a priori no tiene nada de enigmático. Lo mismo sucede con los juicios sintéticos a posteriori. Si alguien me dice, por ejemplo, que hay un elefante volando en la ventana, por estúpido que esto me pueda parecer, no hay sin embargo nada en ello de contradictorio y, por tanto, el único modo que tengo de saber si esto es verdad o no, es mirando por la ventana. Que la mayor parte de los juicios sintéticos sean a posteriori, tampoco es en absoluto sorprendente, pues que yo tenga que consultar con la experiencia para verificar la relación entre dos objetos cualesquiera que no tienen a priori ninguna relación entre sí, no tiene nada de extraordinario. Pero que haya juicios sintéticos a priori (es decir, juicios que aun cuando amplían nuestro conocimiento del mundo, sabemos antes de consultar con la experiencia si son verdaderos o falsos), esto sí que es bastante sorprendente.
Pues bien, Kant piensa que la característica propia de los juicios de la ciencia es que son sintéticos y sin embargo a priori y por eso reformula su pregunta: ¿cómo es posible la ciencia en general?, por la pregunta equivalente: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Vamos a tratar de aclarar esto todavía un poco más.
Si yo afirmo que: «en los triángulos rectángulos, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos», ésta es una proposición de tipo sintético, pues, por más que yo analice el concepto de hipotenusa, no encuentro nada en él que lo relacione con el cuadrado de los cate tos. A pesar de ser una proposición de tipo sintético, no me hace falta verificar en todos y cada uno de los triángulos rectángulos que encuentre si esto es o no verdad. -Lo sé a priori, sin necesidad de consultar con la experiencia. Lo mismo sucede si yo afirmo que si sumase cinco lápices más ocho, tendría trece lápices, y no necesito en absoluto coger trece lápices y sumarlos para saber que esto es cierto. Pues bien, que yo conozca a priori la verdad o falsedad de algunos juicios sintéticos es tan sorprendente, que Kant dedica en cierto modo a resolver este problema toda su Crítica de la razón pura. Pues Kant trata de resolver el problema de cómo es posible el conocimiento en general y esto le lleva a preguntarse por las condiciones de posibilidad de cada una de las distintas ciencias. Y así, la pregunta de cómo son posibles las Matemáticas y la Geometría como ciencias, se traducirá para Kant en la siguiente: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Matemáticas y Geometría? Del mismo modo, la pregunta por las condiciones de posibilidad de la Física como ciencia, se traducirá en: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Física? y por último, la pregunta de cómo es posible -si es que es posible una metafísica como ciencia se traducirá en ¿cómo son posibles si es que son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica?
A resolver la primera cuesti6n (¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas y en la Geometría) Kant destina, en la Crítica de la razón pura, una ciencia o una doctrina especial, a la que denomina «Estética trascendental». ¿Qué es la «Estética trascendental»?
Estética es la ciencia que se ocupa de la sensibilidad en general. Pero ¿por qué remite Kant la pregunta acerca del carácter científico de las Matemáticas y de la Geometría a una ciencia de la sensibilidad? La respuesta es la siguiente: porque Kant cree que las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias porque se fundan en las formas puras a priori de la sensibilidad. A explicar lo que quiere decir esto dedicaremos las líneas siguientes.
Condiciones trascendentales de la sensibilidad.- Recordemos que lo enigmático de los juicios de las ciencias no era tanto el hecho de ser sintéticos (pues el enlace en el juicio de dos conceptos o de dos representaciones cualesquiera no encierra en sí ninguna dificultad), sino el hecho de que, siendo sintéticos, fuesen sin embargo a priori. Por tanto, lo que resulta realmente difícil de explicar es el carácter apriorístico de los juicios de la ciencia. Esto lo resuelve Kant afirmando que los juicios científicos son a priori, a pesar de ser sintéticos, porque se fundan en aquella parte del conocimiento que está dada a priori. ¿Qué parte del conocimiento está dada a priori? Nuestro modo de conocer es lo que es previo al conocimiento mismo. Conocemos a través de los sentidos (los ojos, el tacto, los oídos), del entendimiento y de la razón. Conocemos con nuestro propio cuerpo, y este cuerpo nos es dado antes del conocimiento mismo, y. por ello podemos decir que éste es el elemento a priori del conocimiento. Sin embargo, a la hora de conocer, es cierto que unos son ciegos y otros sordos, uno puede tener un olfato finísimo y el otro estar acatarrado. Pero estas son las que Kant denomina condiciones psicológicas del conocimiento y a él no le interesan éstas, sino sólo las condiciones que son absolutamente universales y comunes a todos los hombres. A este modo universal del conocimiento humano se refiere Kant con el nombre de «condiciones trascendentales del conocimiento». Son trascendentales porque trascienden las meras condiciones psicológicas del conocimiento de los particulares (ciegos, tuertos, sordos, etc.) y se preocupan única y exclusivamente de las absolutamente generales. Por eso Kant plantea la pregunta por las condiciones de posibilidad de la Matemáticas y la Geometría como ciencias en el contexto de una Estética trascendental, es decir, de una ciencia de la sensibilidad, pero no de las condiciones particulares de la sensibilidad, sino sólo de las absolutamente universales y comunes a todos los hombres. Y lo hace así, porque piensa que el enigmático elemento a priori se funda precisamente en lo que nosotros ponemos a priori en nuestra percepción del mundo. ¿Qué es lo que nosotros ponemos a priori en nuestra percepción del mundo? Muchas cosas. Sin lugar a dudas la capacidad de ver está antes que la visión misma. Para que un objeto sea visto, conocido y reconocido, es necesario estar dotado de la facultad de la visión. Y lo mismo sucede con el oído y los demás sentidos. Sen embargo, como ya hemos dicho, estas no son condiciones trascendentales de la sensibilidad, sino meramente psicológicas (algunos las tienen y otros no), y Kant trata de buscar las condiciones absolutamente universales y generales de la sensibilidad; esto es, el modo o la forma de la sensibilidad, que es común a todos los hombres. A este modo de percibir el mundo que es absolutamente común a todos los hombres, Kant lo llama «formas puras a priori de la sensibilidad». Pues bien, según esto, los juicios sintéticos a priori en Matemáticas y Geometría son posibles porque se fundan en las formas puras a priori de la sensibilidad. De momento la cosa no es más complicada.
Pero Kant tiene que mostrar, primero, qué son y en qué consisten esas formas puras a priori de la sensibilidad y tiene que demostrar, en segundo lugar, que esas supuestas formas puras a priori de la sensibilidad son universales e igualmente comunes a todos los hombres.
Espacio y Tiempo.- Para Kant, lo que la sensibilidad nos proporciona son intuiciones. Para él, todo lo que veo u oigo, y todo lo que percibo a través de la sensibilidad son intuiciones. Por eso trata de esclarecer, no el contenido material de las intuiciones, que depende siempre de cada caso particular, sino su forma; es decir, el modo de percibir en general. Esta forma general de la sensibilidad es diferente para nuestras percepciones internas (por ejemplo, la angustia, el miedo, el deseo, etc.) que para nuestras percepciones externas (ruidos, colores, sabores, etc.) y Kant dice que el espacio y el tiempo son esta forma general de la sensibilidad.
Causa verdaderamente estupor escuchar que el espacio y el tiempo no son para Kant propiedades del universo, sino sólo nuestro modo de percibirlo. Es decir, que el espacio y el tiempo no son cosas en sí mismas, sino sólo nuestro modo de percibir. Aunque esto se nos puede aclarar un poco más si pensamos que el espacio y el tiempo no existen en sí mismos, sino en relación a una serie de objetos. Si no hubiese absolutamente ningún movimiento en el universo, no podríamos decir que hay tiempo, porque no sería posible hablar de un antes y un después de algo. Del mismo modo, si no hubiese absolutamente ningún objeto en el universo, tampoco podríamos decir que hay espacio, puesto que no sería posible establecer distancias, ni direcciones, ni medidas. No habría un arriba y un abajo, un delante o detrás, pues no habría nada con respecto de lo cual establecerlo. Según esta sencilla consideración fácilmente se advierte pues que el espacio y el tiempo son dimensiones. Y dimensiones no son en último término sino sistemas de medida puestos por nosotros. Pero Kant pretende que estas dimensiones no son puestas arbitrariamente por nosotros, sino por nuestro modo de conocer o, mejor dicho, por nuestro modo trascendental de percibir. Es decir, que son iguales y comunes a todos los hombres. Por eso Kant llama al espacio y al tiempo las formas puras a priori de la sensibilidad, siendo el espacio la intuición pura a priori de la sensibilidad externa y el tiempo la intuición pura a priori de la sensibilidad interna. ¿Que quiere decir esto? Quiere decir primero, que son intuiciones, esto es, el producto de la sensibilidad, y no conceptos, que son el producto del entendimiento. Quiere decir, en segundo lugar, que no tienen ningún contenido material concreto, sino que son el mero modo de percibir, y por eso son intuiciones puras. Quiere decir, en tercer lugar, que son a priori, es decir, son anteriores al acto mismo de la percepción. Y por último quiere decir que todo lo que percibimos como proveniente del exterior (sonidos, olores, sabores, imágenes, etc.) lo percibimos espacialmente, pues el espacio es la forma de la sensibilidad externa; y que todo lo que percibimos en nuestro interior (pensamientos, sentimientos, etc.) lo percibimos temporalmente, pues el tiempo es la forma de la sensibilidad interna. Ahora bien, todo lo que percibimos como proveniente del exterior (sonidos, olores, colores, etc.), lo percibimos también interiormente, pero no a la inversa. Es decir, lo que percibo exteriormente, tengo conciencia interna de ser yo el que lo percibo en mi interior. Sin embargo, lo que percibo claramente en mi interior (el miedo, el amor, la cólera, etc.) no lo percibo en absoluto como proveniente del exterior y por ello, todas nuestras percepciones las percibimos temporalmente, aunque no todas las percibimos espacialmente. Pues todas nuestras percepciones son interiores, pero no todas nuestras percepciones son exteriores. En consecuencia, todas nuestras percepciones son temporales, pero no todas son espaciales.
Ahora bien, Kant pretende que el espacio y el tiempo, en cuanto formas de la sensibilidad, son trascendentales, es decir, son iguales y comunes para todos los hombres. Pero podríamos preguntamos cómo sabe Kant que mi percepción del espacio y mi percepción del tiempo es la misma que la suya. ¿Cómo sabe Kant, por ejemplo que los negros de África tienen la misma percepción del espacio que los esquimales del Polo Norte? Pues bien, lo sabe precisamente porque las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias.
Juicios sintéticos en la Matemática y en la Geometría.- Fácilmente se advierte que la Geometría es una ciencia que se basa en nuestra intuición del espacio: sus axiomas y teoremas son tan válidos para Kant y para mí, como para negros y esquimales. Lo que demuestra que nuestra intuición del espacio es común; y como ésta es a priori, los juicios sintéticos de la Geometría son posibles a priori, precisamente porque se fundan en la forma pura a priori de la sensibilidad externa que es el espacio. Lo mismo sucede con nuestra percepción del tiempo, que Kant demuestra que es universal y común a todos los hombres, porque las Matemáticas son posibles como ciencias.
Sin embargo es cierto que, mientras se advierte fácilmente la relación que hay entre la Geometría y el espacio, no se entiende tan claramente qué relación hay entre las Matemáticas y el tiempo, hasta que no pensamos que el tiempo no es en realidad más que la forma general de las sucesiones y que la Matemática no es en realidad más que la ciencia del número y su sucesor; es decir, el uno y el sucesor de uno, y el sucesor del sucesor del uno, etc. Por eso la forma del tiempo proporciona un fundamento para la Matemática, en cuanto ciencia de las sucesiones; y los juicios sintéticos de la Matemática son posibles a priori precisamente porque se fundan en la forma de la sensibilidad interna, que también es a priori.
Hay sin embargo aquí una especie de círculo vicioso. Pues en efecto, a la pregunta de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Matemáticas y en Geometría, Kant responde que son posibles porque se fundan en las formas puras a priori de la sensibilidad que son el espacio y el tiempo. Pero, cuando nos preguntamos cómo sabe Kant que el espacio y el tiempo son formas puras a priori de la sensibilidad trascendental, nos responde que lo sabemos porque las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias; Pero obsérvese que Kant parte del hecho de que las Matemáticas y la Geometría son ciencias de hecho. Es decir, que él no tiene que demostrar que son posibles, pues esto es un hecho, sino sólo cómo son posibles, y por ello, aunque funda el carácter objetivo de estas ciencias en las formas subjetivas de la sensibilidad, que son el espacio y el tiempo, demuestra sin embargo que estas formas subjetivas son objetivas en realidad, es decir, son trascendentales, precisamente porque las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias objetivas.
Analítica trascendental.- A resolver la segunda pregunta (¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física?) dedica Kant una lógica especial. Lógica es la ciencia que se ocupa del estudio del modo en que nosotros pensamos y razonamos correctamente. Y aquella lógica que se ocupa del estudio de las condiciones universales y necesarias del pensamiento se denomina Lógica trascendental. Pero los problemas específicos de la posibilidad de la Física como ciencia serán tratados dentro de una parte de esta lógica que se ocupa del estudio del entendimiento o doctrina trascendental del entendimiento, que se denomina Analítica trascendental. ¿Por qué se ocupa Kant de las condiciones de posibilidad de la física como ciencia en el contexto de una doctrina del entendimiento? Pues porque piensa que la Física es posible como ciencia a priori porque se funda en la forma pura a priori del entendimiento. En esto sigue prácticamente el mismo método seguido para fundamentar las Matemáticas y la Geometría, con la diferencia de que éstas se fundan sobre las formas puras a priori de la sensibilidad, mientras que la Física, en su opinión, se fundamenta sobre la forma pura a priori del entendimiento. Por tanto es necesario aclarar en primer lugar qué es el entendimiento y, en segundo lugar, cuál es la forma del entendimiento.
El entendimiento y las categorías.- El entendimiento es la facultad mediante la que pensamos la experiencia. Si la sensibilidad nos proporciona intuiciones, el entendimiento nos proporciona conceptos. El modo en que se producen los conceptos es la forma del entendimiento, Esta forma, en opinión de Kant, son conceptos puros del entendimiento a los que Kant denomina categorías. Las categorías no son por tanto más que conceptos especiales, carentes de contenido, mediante los que nosotros podemos pensar los conceptos. Las categorías anteriores a ella. Por eso Kant llama a las categorías "conceptos puros a priori del entendimiento". Para explicar esto un poco mejor pondremos un ejemplo.
La causalidad.- David Hume había critica la opinión de que tengamos un conocimiento de experiencia de la relación causal. Si observamos atentamente una relación causal cualquiera, por ejemplo, un taco que golpea a una bola de billar, lo único que podemos observar es un acontecimiento que precede a otro en el tiempo (el golpe del taco al movimiento de la bola) y un acontecimiento junto a otro en el espacio; pero no es posible observar en ningún caso la conexión necesaria que se supone debe unir necesariamente (para que se dé la relación causal) a ambos acontecimientos. Lo único que podemos observar en la experiencia es una contigüidad de dos fenómenos en el espacio y una sucesión de estos en el tiempo, junto con la creencia de que al uno (el golpe del taco) le seguirá el otro (el movimiento de la bola), pero la conexión necesaria, sin la cual no es posible hablar de una relación causa-efecto, no aparece por ninguna parte.
Pues bien, Kant coincide con Hume en que efectivamente la causalidad no procede de la experiencia, sino que es puesta precisamente por nuestro modo de pensar la experiencia, aunque no por ello sea menos objetiva y menos real. La conexión causal no se encuentra, por tanto, en los fenómenos mismos, pero no es una mera creencia en que a un fenómeno le seguirá otro, sino que es nuestro modo de pensar la experiencia. Si la causalidad no fuese una relación objetiva no nos sería posible, por ejemplo, hacer las predicciones de la ciencia, y nosotros podemos predecir eclipses a priori, calcular órbitas, masas y fuerzas a priori, podemos construir puentes y edificios, calculando la resistencia de las estructuras a priori, etc. Lo que demuestra que no es posible que la relación causal sea una mera creencia, pues en tal caso la Física no sería posible como ciencia. Ahora bien, la Física newtoniana (que unifica la mecánica terrestre y la mecánica celeste bajo una única ley de la gravitación universal) es una ciencia de hecho y ello demuestra que la causalidad tiene que ser una relación objetiva, no una mera creencia subjetiva. Hume tiene, sin embargo, razón al observar que la causalidad no es posible observada en la experiencia, pero ello se debe a que es en realidad anterior a ella: es uno de nuestros modos de pensar la experiencia: es una categoría.
La unidad.- Otro tanto sucede por ejemplo con la unidad. Si atendemos a la experiencia, observaremos que nosotros denominamos unidades a cosas que en absoluto lo son, sino que están compuestas de multiplicidades. Por ejemplo: un poema, un rebaño, una moneda. En todos y cada uno de estos objetos podemos observar y distinguir diversas partes y, por tanto, nos encontramos con que la unidad no es nada que se pueda observar directamente en la experiencia, pues en ningún caso encontramos una perfecta unidad que no sea susceptible de distinción de partes. A pesar de que la unidad no está tomada de la experiencia, nosotros pensamos sin embargo la experiencia gracias a ella.
Las categorías.- Pues bien, Kant sugiere que la unidad y la causalidad y otros conceptos de este tipo, que no están sacados de la experiencia y sin los cuales no es posible sin embargo pensar la experiencia, son en realidad nuestro modo universal y necesario de pensar la experiencia y los denomina conceptos puros a priori del entendimiento o categorías. Las categorías son por así, decir, los conceptos mediante los que nosotros pensamos los conceptos de la experiencia. El concepto de "bolígrafo" es un concepto de experiencia, pero el concepto de «unidad» no está sacado de la experiencia y, sin embargo, es anterior a ella, mediante él puedo pensar los otros conceptos, en él no me es dado absolutamente ningún contenido empírico, no me es dada ninguna intuición de la unidad, pero sin él no podría pensar ningún otro concepto. Por tanto las categorías son nuestro modo de pensar la experiencia.
Deducción de las categorías.- Kant deduce las categorías a partir de la tabla de los juicios elaborada por la vieja lógica aristotélica. Según esto habrá tantos modos de elaborar conceptos como modelos posibles de juicios. Pues bien, tradicionalmente los juicios se clasifican según la cantidad, según la cualidad, según la relación y según la modalidad. Y a partir de esta clasificación deducirá Kant el número exacto de categorías; que son las siguientes:
Según la cantidad: unidad, pluralidad, totalidad; según la cualidad: realidad, negación, limitación; según la relación: inherencia y subsistencia (substancia y accidente), causalidad y dependencia (causa y efecto), y comunidad o acción recíproca entre el agente y el paciente; por último, según la modalidad, las categorías se dividen en: posibilidad, existencia y necesidad, y sus contrarios: imposibilidad, no existencia y contingencia. De modo tal que el número de categorías así deducidas de la tabla de los juicios viene a ser exactamente doce.
Ahora bien, Kant pretende que las categorías -estos conceptos a priori mediante los que pensamos los conceptos- son universales y necesarias y comunes a todos los hombres. ¿Pero cómo sabe Kant que su concepto de la causalidad o su concepto de la unidad y otros semejantes son iguales para mí? Pues lo sabe porque la física es posible como ciencia. Lo que demuestra que si las predicciones y demostraciones de la física son igualmente válidas para todo el mundo, es porque se fundan en las categorías que son igualmente objetivas, a pesar de estar puestas subjetivamente por nosotros. Pues aquí tampoco se trata de las condiciones psicológicas del pensar (de que uno sea más listo y otro más tonto) sino de las condiciones absolutamente universales y necesarias del pensamiento, es decir de las condiciones trascendentales del pensar. Y por tanto, a pesar de que las categorías son subjetivas (es decir, son puestas por nosotros), son sin embargo objetivas en cuanto son universalmente puestas por el modo humano del pensar. Y de este modo queda resuelto el segundo problema que nos planteábamos en la Crítica de la razón pura: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en física? Pues son posibles porque se fundan en las formas puras a priori del entendimiento o categorías.
Hay aquí una vez más una especie de círculo vicioso. Pues en efecto, para saber cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física recurrimos a las categorías; pero para demostrar que las categorías son conceptos puros a priori del entendimiento recurrimos a la Física. Pero también aquí podemos apelar mostrando que la Física en realidad no necesita de nuestra demostración, pues es ya una ciencia de hecho, que lo único que nosotros hacemos es explicar cómo es posible como ciencia a priori, pero que la Física es posible como ciencia es ya un hecho. Además gracias a este hecho podemos demostrar la objetividad de las categorías y, por tanto, no incurrimos en ningún círculo vicioso.
Fenómeno y Noúmeno.- A resolver la tercera y última cuestión central de la Crítica de la razón pura, ¿cómo es posible una Metafísica como ciencia?, dedica Kant una lógica especial a la que denomina «Dialéctica trascendental». Si la lógica clásica se ocupa del estudio del modo en que pensamos y razonamos correctamente, la lógica dialéctica es una especie de lógica de la apariencia. Aquí Kant se sirve del concepto clásico de «dialéctica», como arte sofística o arte de la discusión, que sirve para vencer y convencer al contrario, enfrentándole diversos argumentos, pero no para conocer la verdad. ¿Pero por qué estudia Kant las condiciones de posibilidad de la Metafísica como ciencia en el contexto de una lógica de la ilusión o de una lógica de la apariencia? Pues porque está convencido de que todo cqnocimiento que --como ,la Metafísica clásica- pretenda por medio de conceptos puros ir más allá de la experiencia, incurre en contradicciones y no produce sino sofistería e ilusión. Es decir, produce un conocimiento aparente, pero no un verdadero conocimiento. Y esta es en cierto modo la clave de toda la Crítica de la razón pura, al establecer claramente cuál es el alcance y los límites del conocimiento. Kant muestra que conocimiento solamente lo hay cuando se da el enlace o la síntesis de conceptos e intuiciones. Los conceptos sin intuición son vacíos, las intuiciones sin concepto son ciegas. Sólo mediante el enlace de ambos se produce el verdadero conocimiento. Por desgracia nuestro conocimiento es sólo conocimiento de fenómenos -es decir, de aquello que se nos manifiesta a los sentidos- nunca de cosas en sí mismas. Lo que sean las cosas en sí mismas, yo no lo puedo conocer. Aunque es cierto que, aunque no lo pueda conocer, lo puedo sin embargo pensar. Por eso Kant llama noúmenos (objetos de pensamiento) a las cosas en sí mismas, en contraposición a los fenómenos, o lo que de ellas se nos manifiesta a los sentidos.
Razón y Metafísica.- Con ello se trazan claramente los límites del conocimiento dentro de los límites de la experiencia posible, pues fuera de la experiencia no hay intuiciones de ningún tipo. Por ello mismo, ya claramente se ve cuáles son las expectativas de una Metafísica que pretenda ser un conocimiento más allá de los límites de la experiencia por medio de conceptos puros: mera sofistería e ilusión. La razón, cuando rebasa los límites de la experiencia, incurre en contradicciones, a las que Kant denomina antinomias y paralogismos. La metafísica por tanto no es posible como ciencia, si pretende un conocimiento de objetos por medio de conceptos puros, pues el único conocimiento que hay es el empírico y, en realidad, esos tales conceptos puros --como la unidad y la causalidad que se pretenden extender más allá de los límites de la experiencia, no son más que nuestro modo de pensar la experiencia, y no sirven sino sobre ella. En sí y por sí no producen conocimiento alguno. Los errores de la Metafísica proceden de que trata de servirse de las categorías que sólo funcionan en el ámbito de lo fenoménico, aplicándolas a los noúmenos, y por ello produce la ilusión de un conocimiento que no es, sin embargo, real.
Ideas de la razón.- A pesar de ello, la Dialéctica trascendental demuestra que, aunque la Metafísica no sea posible como ciencia, por cuanto rebasa los límites de la experiencia, su fundamento y la necesidad de rebasar estos límites es una exigencia de la propia razón. En efecto, las ideas de la Metafísica (Dios, el mundo, la existencia del alma) no son meros caprichos de mentes calenturientas, sino que surgen de la propia exigencia de la razón de buscar la condición de todo lo condicionado. Es decir, de la exigencia de la razón de encontrar un principio explicativo superior que dé cuenta de todos los fenómenos de la experiencia. Por ello, las ideas de Dios, el alma y el mundo, no sólo no son contrarias a la razón sino que constituyen incluso ideales del conocimiento: aquello que el conocimiento ambicionaría conocer como explicación última, como síntesis suprema de todo lo conocido. Por eso, Dios, alma y mundo, se denominan propiamente ideas y no conceptos, pues en ellas no hay conocimiento alguno, sino que son solamente el ideal al que tiende la razón. La única posibilidad que le queda a una Metafísica que quiera presentarse como ciencia, sería la de presentamos el inventario de los conceptos puros a priori del entendimiento. Es decir, la única posibilidad que le queda a la Metafísica, si quiere alcanzar el camino seguro de las ciencias, es la de presentarse como Crítica de la razón pura. De este modo, la tarea de Kant en este libro no sólo sería la de fundamentar el conocimiento de la ciencia y explicar cómo es posible el conocimiento en general, sino además la de desarrollar la Metafísica como ciencia, en forma de Crítica de la razón pura.
Por tanto, lo que la Crítica de la razón pura demuestra es que más allá de los límites de la experiencia no hay conocimiento posible y que, cuando la razón rebasa estos límites, incurre en contradicciones. A pesar de ello y sin embargo, los principales conceptos de la Metafísica (como Dios, alma y mundo) aún cuando rebasan los límites de la experiencia posible, no son en absoluto contrarios a la razón sino que constituyen el ideal que la razón ambiciona conocer e incluso el objetivo ideal al que la propia forma sintética del conocimiento tiende.
Kant observa que todo nuestro conocimiento consiste en juicios, y ello es válido tanto para nuestro conocimiento científico, como para el mero conocimiento cotidiano de que llueve, o de que me he olvidado la cartera en casa. Un juicio es un enunciado, en el que se afirma o se niega algo acerca de alguien o de algo, que tiene una estructura sujeto-predicativa (del tipo: «Juan tiene cinco hermanos», «A es mayor que B», «S es P», etc.) y que está dotado de un valor de verdad, es decir, puede ser verdadero o falso. A diferencia de los ruegos, de los mandatos o de las preguntas y de otros juegos de lenguaje, los juicios son susceptibles de ser verdaderos o falsos, y esto es lo que los relaciona de modo privilegiado con el conocimiento. La mayor parte de nuestros juicios no encierran en su interior ningún misterio, y no suponen, por lo general, más que un enlace entre dos conceptos cualesquiera. Puedo enlazar así arbitrariamente cualquier tipo de concepto, con cualquier otro, y obtener juicios, algunos de los cuales serán verdaderos y otros falsos, Puedo enlazar, por ejemplo, elefantes y canarios, suegras y jaulas, toreros y cepillos de dientes, y obtener juicios, algunos de ellos disparatados, pero en cualquier caso susceptibles de un valor de verdad, Sin embargo, los juicios de las ciencias, a diferencia de los juicios de la experiencia cotidiana, tienen algo de misterioso, y este misterio lo formula Kant afirmando que lo específico de los juicios de la ciencia es que son sintéticos y, sin embargo, a priori.
De este modo, la pregunta inicial de la Crítica de la razón pura:
1.- ¿Cómo es posible el conocimiento en general?, se reformuló en una más específica: 2,- ¿Cómo es posible la ciencia en general? Y esta segunda pregunta se reformula ahora del siguiente modo: 3,- ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? A explicar el significado aparentemente enigmático de estas palabras nos dedicaremos de inmediato.
Juicios analíticos y juicios sintéticos.- Kant considera que los juicios pueden ser de dos tipos: analíticos y sintéticos. Los juicios analíticos son aquellos cuyo predicado está en cierto modo contenido en el sujeto, como por ejemplo: «el meñique es un dedo» o «todos los solteros son no-casados». Por lo general, los juicios analíticos no hacen sino analizar y esclarecer el significado del sujeto mediante el predicado, pero no nos proporcionan un conocimiento nuevo acerca del mundo, que no estuviese ya previamente contenido en el sujeto analizado. Es decir, no amplían en absoluto nuestro conocimiento, aunque sin embargo lo explican o lo aclaran. Por su parte, en los juicios sintéticos, el predicado no se encuentra previamente incluido en el sujeto, sino que se le atribuye como algo exterior a él. Según esto, los juicios sintéticos establecen una síntesis o reunión de dos elementos que no se encuentran previamente relacionados. Como por ejemplo, cuando digo: «Este sombrero es rojo», «siete y ocho son quince» o «la velocidad de caída de los graves en la Tierra es de nueve con ocho metros por segundo cada segundo». Como se puede ver, cada uno de estos juicios afirma algo acerca del sujeto, que no se encuentra previamente contenido en su interior. Es decir, por más que yo analice el concepto de sombrero, no encuentro nada en él que haya de ser o dejar de ser rojo, y lo mismo en los otros casos: por más que analice el concepto siete, nunca encontraré que añadiéndole ocho obtenga el número quince. A diferencia de los juicios analíticos, los juicios sintéticos amplían verdaderamente mi conocimiento del mundo, al informarme de algo que no está previamente dado en el concepto del sujeto.
Juicios a priori y juicios a posteriori.- Pero, además de en analíticos y sintéticos, Kant clasifica los juicios desde el punto de vista de su posible verificación en a priori y a posteriori. Juicios a priori son aquellos cuyo valor de verdad se conoce antes de consultar con la experiencia. Por ejemplo, no me hace falta hacer una investigación completa de todos los solteros que hay en el país, para saber a priori que ninguno de ellos está casado. Del mismo modo, tampoco me hace falta arrojar a mi profesor por la ventana, para saber a priori que caerá con una aceleración de nueve con ocho metros por segundo cada segundo. Por el contrario, juicios a posteriori son aquellos cuyo valor de verdad no se conoce sino consultando con la experiencia. Así, si yo afirmo que «mi compañero podrá prestarme dinero para un bocadillo», no sé si será cierto o falso hasta que no se lo haya pedido.
Pues bien, aparentemente en principio, todos los juicios analíticos son a priori, pues no necesito consultar con la experiencia para verificarlos, y por ello tal vez podríamos pensar que todos los juicios sintéticos son a posteriori, en cuanto amplían nuestro conocimiento con algo que no se encuentra previamente dado en el mero concepto que ya tenemos. Pero Kant muestra que los juicios de las ciencias, a pesar de ser sintéticos, son sin embargo a priori. Es decir, a pesar de ampliar nuestro conocimiento del mundo, conocemos su verdad o su falsedad antes de consultar con la experiencia. Esto es algo realmente sorprendente y enigmático. Veamos por qué.
Juicios sintéticos a priori.- Que la verdad o falsedad de los juicios analíticos la conozcamos antes de consultar con la experiencia no tiene en sí nada de sorprendente. En efecto, si el juicio analítico no nos dice en realidad nada acerca del mundo, sino sólo acerca del concepto que ya tenemos previamente dado, no necesitamos en absoluto consultar con la experiencia para saber si es verdadero o falso. Así, si alguien afirma haber encontrado un soltero que estaba casado, simplemente le diremos que eso es imposible y que se contradice, del mismo modo que si alguien pretendiese haber dibujado un triángulo de cuatro lados. Y por tanto, que los juicios analíticos sean a priori no tiene nada de enigmático. Lo mismo sucede con los juicios sintéticos a posteriori. Si alguien me dice, por ejemplo, que hay un elefante volando en la ventana, por estúpido que esto me pueda parecer, no hay sin embargo nada en ello de contradictorio y, por tanto, el único modo que tengo de saber si esto es verdad o no, es mirando por la ventana. Que la mayor parte de los juicios sintéticos sean a posteriori, tampoco es en absoluto sorprendente, pues que yo tenga que consultar con la experiencia para verificar la relación entre dos objetos cualesquiera que no tienen a priori ninguna relación entre sí, no tiene nada de extraordinario. Pero que haya juicios sintéticos a priori (es decir, juicios que aun cuando amplían nuestro conocimiento del mundo, sabemos antes de consultar con la experiencia si son verdaderos o falsos), esto sí que es bastante sorprendente.
Pues bien, Kant piensa que la característica propia de los juicios de la ciencia es que son sintéticos y sin embargo a priori y por eso reformula su pregunta: ¿cómo es posible la ciencia en general?, por la pregunta equivalente: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Vamos a tratar de aclarar esto todavía un poco más.
Si yo afirmo que: «en los triángulos rectángulos, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos», ésta es una proposición de tipo sintético, pues, por más que yo analice el concepto de hipotenusa, no encuentro nada en él que lo relacione con el cuadrado de los cate tos. A pesar de ser una proposición de tipo sintético, no me hace falta verificar en todos y cada uno de los triángulos rectángulos que encuentre si esto es o no verdad. -Lo sé a priori, sin necesidad de consultar con la experiencia. Lo mismo sucede si yo afirmo que si sumase cinco lápices más ocho, tendría trece lápices, y no necesito en absoluto coger trece lápices y sumarlos para saber que esto es cierto. Pues bien, que yo conozca a priori la verdad o falsedad de algunos juicios sintéticos es tan sorprendente, que Kant dedica en cierto modo a resolver este problema toda su Crítica de la razón pura. Pues Kant trata de resolver el problema de cómo es posible el conocimiento en general y esto le lleva a preguntarse por las condiciones de posibilidad de cada una de las distintas ciencias. Y así, la pregunta de cómo son posibles las Matemáticas y la Geometría como ciencias, se traducirá para Kant en la siguiente: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Matemáticas y Geometría? Del mismo modo, la pregunta por las condiciones de posibilidad de la Física como ciencia, se traducirá en: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Física? y por último, la pregunta de cómo es posible -si es que es posible una metafísica como ciencia se traducirá en ¿cómo son posibles si es que son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica?
A resolver la primera cuesti6n (¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas y en la Geometría) Kant destina, en la Crítica de la razón pura, una ciencia o una doctrina especial, a la que denomina «Estética trascendental». ¿Qué es la «Estética trascendental»?
Estética es la ciencia que se ocupa de la sensibilidad en general. Pero ¿por qué remite Kant la pregunta acerca del carácter científico de las Matemáticas y de la Geometría a una ciencia de la sensibilidad? La respuesta es la siguiente: porque Kant cree que las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias porque se fundan en las formas puras a priori de la sensibilidad. A explicar lo que quiere decir esto dedicaremos las líneas siguientes.
Condiciones trascendentales de la sensibilidad.- Recordemos que lo enigmático de los juicios de las ciencias no era tanto el hecho de ser sintéticos (pues el enlace en el juicio de dos conceptos o de dos representaciones cualesquiera no encierra en sí ninguna dificultad), sino el hecho de que, siendo sintéticos, fuesen sin embargo a priori. Por tanto, lo que resulta realmente difícil de explicar es el carácter apriorístico de los juicios de la ciencia. Esto lo resuelve Kant afirmando que los juicios científicos son a priori, a pesar de ser sintéticos, porque se fundan en aquella parte del conocimiento que está dada a priori. ¿Qué parte del conocimiento está dada a priori? Nuestro modo de conocer es lo que es previo al conocimiento mismo. Conocemos a través de los sentidos (los ojos, el tacto, los oídos), del entendimiento y de la razón. Conocemos con nuestro propio cuerpo, y este cuerpo nos es dado antes del conocimiento mismo, y. por ello podemos decir que éste es el elemento a priori del conocimiento. Sin embargo, a la hora de conocer, es cierto que unos son ciegos y otros sordos, uno puede tener un olfato finísimo y el otro estar acatarrado. Pero estas son las que Kant denomina condiciones psicológicas del conocimiento y a él no le interesan éstas, sino sólo las condiciones que son absolutamente universales y comunes a todos los hombres. A este modo universal del conocimiento humano se refiere Kant con el nombre de «condiciones trascendentales del conocimiento». Son trascendentales porque trascienden las meras condiciones psicológicas del conocimiento de los particulares (ciegos, tuertos, sordos, etc.) y se preocupan única y exclusivamente de las absolutamente generales. Por eso Kant plantea la pregunta por las condiciones de posibilidad de la Matemáticas y la Geometría como ciencias en el contexto de una Estética trascendental, es decir, de una ciencia de la sensibilidad, pero no de las condiciones particulares de la sensibilidad, sino sólo de las absolutamente universales y comunes a todos los hombres. Y lo hace así, porque piensa que el enigmático elemento a priori se funda precisamente en lo que nosotros ponemos a priori en nuestra percepción del mundo. ¿Qué es lo que nosotros ponemos a priori en nuestra percepción del mundo? Muchas cosas. Sin lugar a dudas la capacidad de ver está antes que la visión misma. Para que un objeto sea visto, conocido y reconocido, es necesario estar dotado de la facultad de la visión. Y lo mismo sucede con el oído y los demás sentidos. Sen embargo, como ya hemos dicho, estas no son condiciones trascendentales de la sensibilidad, sino meramente psicológicas (algunos las tienen y otros no), y Kant trata de buscar las condiciones absolutamente universales y generales de la sensibilidad; esto es, el modo o la forma de la sensibilidad, que es común a todos los hombres. A este modo de percibir el mundo que es absolutamente común a todos los hombres, Kant lo llama «formas puras a priori de la sensibilidad». Pues bien, según esto, los juicios sintéticos a priori en Matemáticas y Geometría son posibles porque se fundan en las formas puras a priori de la sensibilidad. De momento la cosa no es más complicada.
Pero Kant tiene que mostrar, primero, qué son y en qué consisten esas formas puras a priori de la sensibilidad y tiene que demostrar, en segundo lugar, que esas supuestas formas puras a priori de la sensibilidad son universales e igualmente comunes a todos los hombres.
Espacio y Tiempo.- Para Kant, lo que la sensibilidad nos proporciona son intuiciones. Para él, todo lo que veo u oigo, y todo lo que percibo a través de la sensibilidad son intuiciones. Por eso trata de esclarecer, no el contenido material de las intuiciones, que depende siempre de cada caso particular, sino su forma; es decir, el modo de percibir en general. Esta forma general de la sensibilidad es diferente para nuestras percepciones internas (por ejemplo, la angustia, el miedo, el deseo, etc.) que para nuestras percepciones externas (ruidos, colores, sabores, etc.) y Kant dice que el espacio y el tiempo son esta forma general de la sensibilidad.
Causa verdaderamente estupor escuchar que el espacio y el tiempo no son para Kant propiedades del universo, sino sólo nuestro modo de percibirlo. Es decir, que el espacio y el tiempo no son cosas en sí mismas, sino sólo nuestro modo de percibir. Aunque esto se nos puede aclarar un poco más si pensamos que el espacio y el tiempo no existen en sí mismos, sino en relación a una serie de objetos. Si no hubiese absolutamente ningún movimiento en el universo, no podríamos decir que hay tiempo, porque no sería posible hablar de un antes y un después de algo. Del mismo modo, si no hubiese absolutamente ningún objeto en el universo, tampoco podríamos decir que hay espacio, puesto que no sería posible establecer distancias, ni direcciones, ni medidas. No habría un arriba y un abajo, un delante o detrás, pues no habría nada con respecto de lo cual establecerlo. Según esta sencilla consideración fácilmente se advierte pues que el espacio y el tiempo son dimensiones. Y dimensiones no son en último término sino sistemas de medida puestos por nosotros. Pero Kant pretende que estas dimensiones no son puestas arbitrariamente por nosotros, sino por nuestro modo de conocer o, mejor dicho, por nuestro modo trascendental de percibir. Es decir, que son iguales y comunes a todos los hombres. Por eso Kant llama al espacio y al tiempo las formas puras a priori de la sensibilidad, siendo el espacio la intuición pura a priori de la sensibilidad externa y el tiempo la intuición pura a priori de la sensibilidad interna. ¿Que quiere decir esto? Quiere decir primero, que son intuiciones, esto es, el producto de la sensibilidad, y no conceptos, que son el producto del entendimiento. Quiere decir, en segundo lugar, que no tienen ningún contenido material concreto, sino que son el mero modo de percibir, y por eso son intuiciones puras. Quiere decir, en tercer lugar, que son a priori, es decir, son anteriores al acto mismo de la percepción. Y por último quiere decir que todo lo que percibimos como proveniente del exterior (sonidos, olores, sabores, imágenes, etc.) lo percibimos espacialmente, pues el espacio es la forma de la sensibilidad externa; y que todo lo que percibimos en nuestro interior (pensamientos, sentimientos, etc.) lo percibimos temporalmente, pues el tiempo es la forma de la sensibilidad interna. Ahora bien, todo lo que percibimos como proveniente del exterior (sonidos, olores, colores, etc.), lo percibimos también interiormente, pero no a la inversa. Es decir, lo que percibo exteriormente, tengo conciencia interna de ser yo el que lo percibo en mi interior. Sin embargo, lo que percibo claramente en mi interior (el miedo, el amor, la cólera, etc.) no lo percibo en absoluto como proveniente del exterior y por ello, todas nuestras percepciones las percibimos temporalmente, aunque no todas las percibimos espacialmente. Pues todas nuestras percepciones son interiores, pero no todas nuestras percepciones son exteriores. En consecuencia, todas nuestras percepciones son temporales, pero no todas son espaciales.
Ahora bien, Kant pretende que el espacio y el tiempo, en cuanto formas de la sensibilidad, son trascendentales, es decir, son iguales y comunes para todos los hombres. Pero podríamos preguntamos cómo sabe Kant que mi percepción del espacio y mi percepción del tiempo es la misma que la suya. ¿Cómo sabe Kant, por ejemplo que los negros de África tienen la misma percepción del espacio que los esquimales del Polo Norte? Pues bien, lo sabe precisamente porque las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias.
Juicios sintéticos en la Matemática y en la Geometría.- Fácilmente se advierte que la Geometría es una ciencia que se basa en nuestra intuición del espacio: sus axiomas y teoremas son tan válidos para Kant y para mí, como para negros y esquimales. Lo que demuestra que nuestra intuición del espacio es común; y como ésta es a priori, los juicios sintéticos de la Geometría son posibles a priori, precisamente porque se fundan en la forma pura a priori de la sensibilidad externa que es el espacio. Lo mismo sucede con nuestra percepción del tiempo, que Kant demuestra que es universal y común a todos los hombres, porque las Matemáticas son posibles como ciencias.
Sin embargo es cierto que, mientras se advierte fácilmente la relación que hay entre la Geometría y el espacio, no se entiende tan claramente qué relación hay entre las Matemáticas y el tiempo, hasta que no pensamos que el tiempo no es en realidad más que la forma general de las sucesiones y que la Matemática no es en realidad más que la ciencia del número y su sucesor; es decir, el uno y el sucesor de uno, y el sucesor del sucesor del uno, etc. Por eso la forma del tiempo proporciona un fundamento para la Matemática, en cuanto ciencia de las sucesiones; y los juicios sintéticos de la Matemática son posibles a priori precisamente porque se fundan en la forma de la sensibilidad interna, que también es a priori.
Hay sin embargo aquí una especie de círculo vicioso. Pues en efecto, a la pregunta de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en Matemáticas y en Geometría, Kant responde que son posibles porque se fundan en las formas puras a priori de la sensibilidad que son el espacio y el tiempo. Pero, cuando nos preguntamos cómo sabe Kant que el espacio y el tiempo son formas puras a priori de la sensibilidad trascendental, nos responde que lo sabemos porque las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias; Pero obsérvese que Kant parte del hecho de que las Matemáticas y la Geometría son ciencias de hecho. Es decir, que él no tiene que demostrar que son posibles, pues esto es un hecho, sino sólo cómo son posibles, y por ello, aunque funda el carácter objetivo de estas ciencias en las formas subjetivas de la sensibilidad, que son el espacio y el tiempo, demuestra sin embargo que estas formas subjetivas son objetivas en realidad, es decir, son trascendentales, precisamente porque las Matemáticas y la Geometría son posibles como ciencias objetivas.
Analítica trascendental.- A resolver la segunda pregunta (¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física?) dedica Kant una lógica especial. Lógica es la ciencia que se ocupa del estudio del modo en que nosotros pensamos y razonamos correctamente. Y aquella lógica que se ocupa del estudio de las condiciones universales y necesarias del pensamiento se denomina Lógica trascendental. Pero los problemas específicos de la posibilidad de la Física como ciencia serán tratados dentro de una parte de esta lógica que se ocupa del estudio del entendimiento o doctrina trascendental del entendimiento, que se denomina Analítica trascendental. ¿Por qué se ocupa Kant de las condiciones de posibilidad de la física como ciencia en el contexto de una doctrina del entendimiento? Pues porque piensa que la Física es posible como ciencia a priori porque se funda en la forma pura a priori del entendimiento. En esto sigue prácticamente el mismo método seguido para fundamentar las Matemáticas y la Geometría, con la diferencia de que éstas se fundan sobre las formas puras a priori de la sensibilidad, mientras que la Física, en su opinión, se fundamenta sobre la forma pura a priori del entendimiento. Por tanto es necesario aclarar en primer lugar qué es el entendimiento y, en segundo lugar, cuál es la forma del entendimiento.
El entendimiento y las categorías.- El entendimiento es la facultad mediante la que pensamos la experiencia. Si la sensibilidad nos proporciona intuiciones, el entendimiento nos proporciona conceptos. El modo en que se producen los conceptos es la forma del entendimiento, Esta forma, en opinión de Kant, son conceptos puros del entendimiento a los que Kant denomina categorías. Las categorías no son por tanto más que conceptos especiales, carentes de contenido, mediante los que nosotros podemos pensar los conceptos. Las categorías anteriores a ella. Por eso Kant llama a las categorías "conceptos puros a priori del entendimiento". Para explicar esto un poco mejor pondremos un ejemplo.
La causalidad.- David Hume había critica la opinión de que tengamos un conocimiento de experiencia de la relación causal. Si observamos atentamente una relación causal cualquiera, por ejemplo, un taco que golpea a una bola de billar, lo único que podemos observar es un acontecimiento que precede a otro en el tiempo (el golpe del taco al movimiento de la bola) y un acontecimiento junto a otro en el espacio; pero no es posible observar en ningún caso la conexión necesaria que se supone debe unir necesariamente (para que se dé la relación causal) a ambos acontecimientos. Lo único que podemos observar en la experiencia es una contigüidad de dos fenómenos en el espacio y una sucesión de estos en el tiempo, junto con la creencia de que al uno (el golpe del taco) le seguirá el otro (el movimiento de la bola), pero la conexión necesaria, sin la cual no es posible hablar de una relación causa-efecto, no aparece por ninguna parte.
Pues bien, Kant coincide con Hume en que efectivamente la causalidad no procede de la experiencia, sino que es puesta precisamente por nuestro modo de pensar la experiencia, aunque no por ello sea menos objetiva y menos real. La conexión causal no se encuentra, por tanto, en los fenómenos mismos, pero no es una mera creencia en que a un fenómeno le seguirá otro, sino que es nuestro modo de pensar la experiencia. Si la causalidad no fuese una relación objetiva no nos sería posible, por ejemplo, hacer las predicciones de la ciencia, y nosotros podemos predecir eclipses a priori, calcular órbitas, masas y fuerzas a priori, podemos construir puentes y edificios, calculando la resistencia de las estructuras a priori, etc. Lo que demuestra que no es posible que la relación causal sea una mera creencia, pues en tal caso la Física no sería posible como ciencia. Ahora bien, la Física newtoniana (que unifica la mecánica terrestre y la mecánica celeste bajo una única ley de la gravitación universal) es una ciencia de hecho y ello demuestra que la causalidad tiene que ser una relación objetiva, no una mera creencia subjetiva. Hume tiene, sin embargo, razón al observar que la causalidad no es posible observada en la experiencia, pero ello se debe a que es en realidad anterior a ella: es uno de nuestros modos de pensar la experiencia: es una categoría.
La unidad.- Otro tanto sucede por ejemplo con la unidad. Si atendemos a la experiencia, observaremos que nosotros denominamos unidades a cosas que en absoluto lo son, sino que están compuestas de multiplicidades. Por ejemplo: un poema, un rebaño, una moneda. En todos y cada uno de estos objetos podemos observar y distinguir diversas partes y, por tanto, nos encontramos con que la unidad no es nada que se pueda observar directamente en la experiencia, pues en ningún caso encontramos una perfecta unidad que no sea susceptible de distinción de partes. A pesar de que la unidad no está tomada de la experiencia, nosotros pensamos sin embargo la experiencia gracias a ella.
Las categorías.- Pues bien, Kant sugiere que la unidad y la causalidad y otros conceptos de este tipo, que no están sacados de la experiencia y sin los cuales no es posible sin embargo pensar la experiencia, son en realidad nuestro modo universal y necesario de pensar la experiencia y los denomina conceptos puros a priori del entendimiento o categorías. Las categorías son por así, decir, los conceptos mediante los que nosotros pensamos los conceptos de la experiencia. El concepto de "bolígrafo" es un concepto de experiencia, pero el concepto de «unidad» no está sacado de la experiencia y, sin embargo, es anterior a ella, mediante él puedo pensar los otros conceptos, en él no me es dado absolutamente ningún contenido empírico, no me es dada ninguna intuición de la unidad, pero sin él no podría pensar ningún otro concepto. Por tanto las categorías son nuestro modo de pensar la experiencia.
Deducción de las categorías.- Kant deduce las categorías a partir de la tabla de los juicios elaborada por la vieja lógica aristotélica. Según esto habrá tantos modos de elaborar conceptos como modelos posibles de juicios. Pues bien, tradicionalmente los juicios se clasifican según la cantidad, según la cualidad, según la relación y según la modalidad. Y a partir de esta clasificación deducirá Kant el número exacto de categorías; que son las siguientes:
Según la cantidad: unidad, pluralidad, totalidad; según la cualidad: realidad, negación, limitación; según la relación: inherencia y subsistencia (substancia y accidente), causalidad y dependencia (causa y efecto), y comunidad o acción recíproca entre el agente y el paciente; por último, según la modalidad, las categorías se dividen en: posibilidad, existencia y necesidad, y sus contrarios: imposibilidad, no existencia y contingencia. De modo tal que el número de categorías así deducidas de la tabla de los juicios viene a ser exactamente doce.
Ahora bien, Kant pretende que las categorías -estos conceptos a priori mediante los que pensamos los conceptos- son universales y necesarias y comunes a todos los hombres. ¿Pero cómo sabe Kant que su concepto de la causalidad o su concepto de la unidad y otros semejantes son iguales para mí? Pues lo sabe porque la física es posible como ciencia. Lo que demuestra que si las predicciones y demostraciones de la física son igualmente válidas para todo el mundo, es porque se fundan en las categorías que son igualmente objetivas, a pesar de estar puestas subjetivamente por nosotros. Pues aquí tampoco se trata de las condiciones psicológicas del pensar (de que uno sea más listo y otro más tonto) sino de las condiciones absolutamente universales y necesarias del pensamiento, es decir de las condiciones trascendentales del pensar. Y por tanto, a pesar de que las categorías son subjetivas (es decir, son puestas por nosotros), son sin embargo objetivas en cuanto son universalmente puestas por el modo humano del pensar. Y de este modo queda resuelto el segundo problema que nos planteábamos en la Crítica de la razón pura: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en física? Pues son posibles porque se fundan en las formas puras a priori del entendimiento o categorías.
Hay aquí una vez más una especie de círculo vicioso. Pues en efecto, para saber cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física recurrimos a las categorías; pero para demostrar que las categorías son conceptos puros a priori del entendimiento recurrimos a la Física. Pero también aquí podemos apelar mostrando que la Física en realidad no necesita de nuestra demostración, pues es ya una ciencia de hecho, que lo único que nosotros hacemos es explicar cómo es posible como ciencia a priori, pero que la Física es posible como ciencia es ya un hecho. Además gracias a este hecho podemos demostrar la objetividad de las categorías y, por tanto, no incurrimos en ningún círculo vicioso.
Fenómeno y Noúmeno.- A resolver la tercera y última cuestión central de la Crítica de la razón pura, ¿cómo es posible una Metafísica como ciencia?, dedica Kant una lógica especial a la que denomina «Dialéctica trascendental». Si la lógica clásica se ocupa del estudio del modo en que pensamos y razonamos correctamente, la lógica dialéctica es una especie de lógica de la apariencia. Aquí Kant se sirve del concepto clásico de «dialéctica», como arte sofística o arte de la discusión, que sirve para vencer y convencer al contrario, enfrentándole diversos argumentos, pero no para conocer la verdad. ¿Pero por qué estudia Kant las condiciones de posibilidad de la Metafísica como ciencia en el contexto de una lógica de la ilusión o de una lógica de la apariencia? Pues porque está convencido de que todo cqnocimiento que --como ,la Metafísica clásica- pretenda por medio de conceptos puros ir más allá de la experiencia, incurre en contradicciones y no produce sino sofistería e ilusión. Es decir, produce un conocimiento aparente, pero no un verdadero conocimiento. Y esta es en cierto modo la clave de toda la Crítica de la razón pura, al establecer claramente cuál es el alcance y los límites del conocimiento. Kant muestra que conocimiento solamente lo hay cuando se da el enlace o la síntesis de conceptos e intuiciones. Los conceptos sin intuición son vacíos, las intuiciones sin concepto son ciegas. Sólo mediante el enlace de ambos se produce el verdadero conocimiento. Por desgracia nuestro conocimiento es sólo conocimiento de fenómenos -es decir, de aquello que se nos manifiesta a los sentidos- nunca de cosas en sí mismas. Lo que sean las cosas en sí mismas, yo no lo puedo conocer. Aunque es cierto que, aunque no lo pueda conocer, lo puedo sin embargo pensar. Por eso Kant llama noúmenos (objetos de pensamiento) a las cosas en sí mismas, en contraposición a los fenómenos, o lo que de ellas se nos manifiesta a los sentidos.
Razón y Metafísica.- Con ello se trazan claramente los límites del conocimiento dentro de los límites de la experiencia posible, pues fuera de la experiencia no hay intuiciones de ningún tipo. Por ello mismo, ya claramente se ve cuáles son las expectativas de una Metafísica que pretenda ser un conocimiento más allá de los límites de la experiencia por medio de conceptos puros: mera sofistería e ilusión. La razón, cuando rebasa los límites de la experiencia, incurre en contradicciones, a las que Kant denomina antinomias y paralogismos. La metafísica por tanto no es posible como ciencia, si pretende un conocimiento de objetos por medio de conceptos puros, pues el único conocimiento que hay es el empírico y, en realidad, esos tales conceptos puros --como la unidad y la causalidad que se pretenden extender más allá de los límites de la experiencia, no son más que nuestro modo de pensar la experiencia, y no sirven sino sobre ella. En sí y por sí no producen conocimiento alguno. Los errores de la Metafísica proceden de que trata de servirse de las categorías que sólo funcionan en el ámbito de lo fenoménico, aplicándolas a los noúmenos, y por ello produce la ilusión de un conocimiento que no es, sin embargo, real.
Ideas de la razón.- A pesar de ello, la Dialéctica trascendental demuestra que, aunque la Metafísica no sea posible como ciencia, por cuanto rebasa los límites de la experiencia, su fundamento y la necesidad de rebasar estos límites es una exigencia de la propia razón. En efecto, las ideas de la Metafísica (Dios, el mundo, la existencia del alma) no son meros caprichos de mentes calenturientas, sino que surgen de la propia exigencia de la razón de buscar la condición de todo lo condicionado. Es decir, de la exigencia de la razón de encontrar un principio explicativo superior que dé cuenta de todos los fenómenos de la experiencia. Por ello, las ideas de Dios, el alma y el mundo, no sólo no son contrarias a la razón sino que constituyen incluso ideales del conocimiento: aquello que el conocimiento ambicionaría conocer como explicación última, como síntesis suprema de todo lo conocido. Por eso, Dios, alma y mundo, se denominan propiamente ideas y no conceptos, pues en ellas no hay conocimiento alguno, sino que son solamente el ideal al que tiende la razón. La única posibilidad que le queda a una Metafísica que quiera presentarse como ciencia, sería la de presentamos el inventario de los conceptos puros a priori del entendimiento. Es decir, la única posibilidad que le queda a la Metafísica, si quiere alcanzar el camino seguro de las ciencias, es la de presentarse como Crítica de la razón pura. De este modo, la tarea de Kant en este libro no sólo sería la de fundamentar el conocimiento de la ciencia y explicar cómo es posible el conocimiento en general, sino además la de desarrollar la Metafísica como ciencia, en forma de Crítica de la razón pura.
Por tanto, lo que la Crítica de la razón pura demuestra es que más allá de los límites de la experiencia no hay conocimiento posible y que, cuando la razón rebasa estos límites, incurre en contradicciones. A pesar de ello y sin embargo, los principales conceptos de la Metafísica (como Dios, alma y mundo) aún cuando rebasan los límites de la experiencia posible, no son en absoluto contrarios a la razón sino que constituyen el ideal que la razón ambiciona conocer e incluso el objetivo ideal al que la propia forma sintética del conocimiento tiende.
26 comentarios
Hans Christian -
yaaaa -
yaaaa -
Hans Christian -
Anónimo -
GoD -
Hans Christian -
Odin -
Hans Christian -
Odin -
Hans Christian -
Saludos Juanlo, estudia química y filosofía, que más nos vale
Odin -
YO SOY QUIEN SOY Y TU ERES EL QUE ERES y no hay mas que decir
Juanlo -
Agj -
Odin -
Juanlo -
Juanlo -
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Juanlo -
Anónimo -
el tripode -
Anónimo -
Anónimo -
Hans Christian -
Weno, estudiatelo
2º Bach A-Padre Suárez -
2º Bach A-Padre Suárez -