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La tortuga de Zenón

«Cualquier día puede no salir el sol».

«Cualquier día puede no salir el sol». Esta afirmación se debe a David Hume, el pensador escocés de la Ilustración que se atrevió a plantear esta idea inverosímil en la sección IV de la Investigación sobre el conocimiento humano. Allí afirma: «No todo el mundo investiga de la misma manera las cuestiones de hecho, los segundos objetos de la razón humana; nuestra evidencia de su verdad, por muy grande que sea, no es de la misma naturaleza que la precedente. Siempre es posible lo contrario de toda cuestión de hecho, ya que nunca puede implicar una contradicción y porque la mente la concibe con la misma facilidad y claridad que si estuviera totalmente ajustada a la realidad. “Que el sol no saldrá mañana” no es una proposición menos inteligible ni implica más contradicciones que la afirmación de que si saldrá. En vano, por tanto, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente falsa, implicaría una contradicción y nunca podría ser concebida de manera suficientemente clara por la mente.»
Pero vayamos por partes. Corno plantea Bertrand Russell a la hora de intentar encontrar una respuesta razonable a la pregunta: ¿por qué estamos convencidos de que mañana saldrá el sol?, es obvio que contestamos naturalmente: porque ha salido invariablemente todos los días desde que tenemos uso de razón. Tenemos la convicción de que saldrá en el futuro porque ha salido en el pasado. La única razón, por consiguiente, que nos hace creer que se perpetuará el movimiento de rotación de la Tierra que provoca este efecto es la costumbre.
Pero esta convicción es errónea, al menos empíricamente hablando, ya que un número cualquiera de casos en que se ha demostrado una ley física en el pasado no nos proporciona la evidencia necesaria que determina el cumplimiento futuro. No tenemos, pues, ningún fundamento empírico más allá de una creencia construida sobre el sentido común que nos indica una mera probabilidad, que el sol saldrá mañana. Tampoco podemos estar seguros de que el pan que comemos hoy no está envenenado o de que el coche, que de manera tan eficiente nos ha llevado al lugar de trabajo durante los últimos cinco años, no se convertirá mañana en un improvisado catafalco, y perdonad los ejemplos. No hay nada más castrante a la hora de hacer filosofía y a la hora de vivir, me atrevería a sugerir, que el sentido común, como su nombre indica.
«Debernos conceder escribe Bertrand Russell, por tanto, que el hecho de que dos cosas se encuentren frecuentemente juntas no indica por sí mismo demostrativamente que se encontrarán unidas en el futuro.» Eso si podemos esperar que cuanto más grande sea la frecuencia de su unión, más alta será la probabilidad de encontrarlas nuevamente enlazadas hasta llegar a constituir casi una certeza. Con todo, no podemos olvidar la fábula que cuenta este pensador inglés contemporáneo y ser tan memos como aquel pollo que espera como cada día la comida de la mano del amo basta que, sin avisar, éste le arma un hachazo para zampárselo, ya que considera que está suficientemente gordo.
Hume, cuando afirma que el sol podría no salir mañana, sólo quiere recordarnos que todos nuestros razonamientos sobre las causas y los efectos de la naturaleza provienen únicamente de la costumbre y que la creencia nace de esta convicción psicológica que nos hace esperar relaciones invariables entre los diferentes elementos que la forman. Es el reproche de un escéptico que hace tambalearse buena parte de los cimientos de la ciencia moderna al invalidar, como mínimo lógicamente, el principio de inducción, como también ha intentado plantear más recientemente Popper.
Y es que David Hume es uno de los principales pensadores de todos los tiempos, porque llevó a sus conclusiones lógicas la filosofía de los empiristas Locke y Berkeley, principalmente a la hora de asumir que todo el conocimiento ha de remitirse a la experiencia, como planteaban la totalidad de los empiristas. Su obra principal, Tratado de la naturaleza humana, que escribió cuando contaba sólo 23 años, se recuerda principalmente por el análisis de la causalidad que se desarrolla en la primera parte del libro En ella se recoge el legado de Bacon, Locke, Berkeley y Newton a la hora de criticar el nexo de unión causal invariable que pretendidamente une los diferentes elementos de la naturaleza. Pero esta idea no fue bien recibida por los intelectuales de la época y provocó que el libro se convirtiera en un gran fracaso editorial. De modo que el propio autor se planteó reformular los temas de esta obra, en una inusitada y ejemplar iniciativa para un filósofo, con el fin de llegar a los lectores. El fruto de una nueva redacción fueron dos ensayos: Investigación sobre el entendimiento humano e Investigación sobre los principios de la moral.
Hume intentará en estos libros encontrar la fuerza oculta que determina nuestros pensamientos a través de la unión de las ideas. Como Newton con el principio de gravitación
universal, había encontrado e impulso secreto que determinaba el movimiento de los astros. Esta búsqueda, sin embargo, muchas veces parece plantearse más en un contexto psicológico que en uno filosófico, sobre todo a la hora de intentar encontrar respuestas a preguntas como: ¿cómo funciona el entendimiento humano? ¿cuáles son los límites de la razón'?, o ¿cómo interviene la imaginación a la hora de formar ideas'?
Para Hume toda idea deriva de una impresión sensible. La imaginación combina las ideas simples de acuerdo con tres principios de asociación: la semejanza, la contigüidad y la relación causa-efecto, y es en este último donde concentrará toda su capacidad de análisis y de crítica. Hume admite únicamente dos tipos de objetos de la razón: cuestiones de hecho y relaciones de ideas Las primeras se caracterizan por ser la base de las ciencias naturales, por darnos verdades probadas o probables y por no estar regidas por el principio de no contradicción. Mientras que las segundas, que son la base de las ciencias formales, nos procuran verdades demostrativas y están regidas por el criterio de la no contradicción.
La relación de causa-efecto es, según Hume, el fundamento de toda inferencia empírica, es decir de toda afirmación que mantengamos en el ámbito de las cuestiones de hecho. Por tanto, la causalidad no es un principio de razón, es decir lógico, demostrativo; sólo es el producto de un hábito empírico, un criterio probable determinado por la experiencia, Y la experiencia no me dice nada sobre lo que sucederá mañana por mucho que yo la exprima. Después de comprobar una y otra vez que el sol sale cada mañana, que el fuego quema o que el pan no está envenenado, creo ciega e ilusoriamente que esto siempre ha de ser así. Sólo la costumbre puede justificar mi esperanza de que las cosas ocurrirán tal como yo las auguro, ya que la costumbre no establece conexiones necesarias. La experiencia marca las fronteras de la razón al limitar el flujo asociativo de mi imaginación y cuestionar los lazos invariables que ésta establece. Sólo sé que no sé nada.
Llegados a este punto os propongo dejar el relato oficial de las ideas de Hume y regresar a Russell uno de sus discípulos más aventajados. Según éste, «decir que A está necesariamente seguido de B equivale a decir únicamente que hay alguna regla general ejemplificada por un gran número de casos observados, y en ninguno de ellos falseada, según la cual los acontecimientos como A están seguidos por acontecimientos como B. No debemos admitir ninguna noción de "compulsión", como si la causa “obligara" al efecto a producirse».
Generalmente, cuando decidimos mover un brazo, continúa observando Russell, se mueve; en alguna ocasión, no obstante, se paraliza a causa de un accidente y permanece inmóvil. Generalmente, si saludamos a un viejo amigo, él nos devolverá el saludo, a no ser que alguien le haya prevenido contra nosotros. Generalmente, si prendemos fuego a la pólvora, explota, a no ser que este mojada. Generalmente, si esperamos hasta ver que el sol asoma la cabeza tras las montañas, lo veremos; a no ser que un objeto lo suficientemente voluminoso haya cambiado su trayectoria o que la acción desenfrenada del hombre en la tierra nos condene finalmente a las tinieblas.
Generalmente, si leemos filosofía, encontraremos una serie de contenidos mediocres; excepcionalmente, sin embargo, podemos gozar de un pensador que nos despierte de algún sueño dogmático, como le pasó a Kant con este autor. Hume es, por tanto, uno de estos pocos escogidos. No en vano, esto pensador no deja de plantear con su pensamiento que “no hay nada menos filosófico que ser positivo o dogmático”.
Manuel Güell y Josep Muñoz. “Sólo sé que no sé nada”. Ed.Ariel

Cuestiones:

1º) Define que son para Hume “cuestiones de hecho” y “relaciones de ideas”.
2º) ¿ De dónde procede la certeza que proporciona cada uno de estos conocimientos?
3º) ¿Qué es el principio de no-contradicción?
4º) ¿De las “cuestiones de hecho” podemos obtener una “evidencia necesaria” o una “creencia probable”? Razona tu respuesta.
5º) Aclara la afirmación de Russell de que “no debemos admitir ninguna noción de “compulsión” como si la causa “obligara” al efecto a producirse”.
6º) A la luz del texto, explica en que consiste el “problema lógico de la inducción”.

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